Frasario

"Y todo comienzo esconde un hechizo"

José Knecht

22 ago 2011

H.Hesse. Aldea, de "El caminante"

     La primera aldea de la vertiente meridional de las montañas. Aquí empieza de verdad la vida de peregrino que yo amo, los paseos sin rumbo, los descansos soleados, el libre vagabundeo. Tengo una gran tendencia a vivir de la mochila y llevar pantalones deshilachados.

     Mientras me hago traer una pinta de vino al aire libre, se me ocurre de improviso pensar en Ferruccio Busoni. "Tiene usted un aspecto tan campesino", me dijo el buen hombre con un dejo de ironía la última vez que nos vimos, no hace mucho tiempo, en Zurich. Andrea había dirigido una sinfonía de Mahler, nos encontrábamos en el restaurante de costumbre y yo volvía a alegrarme de ver el pálido rostro de fantasma de Busoni y sentir el espíritu alegre del anfifilisteo más destacado que tenemos hoy día. ¿de dónde sale este recuerdo?

     ¡Ya lo sé! No es en Busoni en quien pienso, ni en Zurich, ni en Mahler. Estos son los habituales engaños de la memoria, cuando tropieza con algo incómodo; entonces le gusta colocar en primer plano imágenes inofensivas. ¡Ahora lo sé! En aquel restaurante se hallaba también una mujer joven, muy rubia y de mejillas muy sonrosadas, con la que yo no hablé una sola palabra. ¡Angel mío! ¡Mirarla era goce y tormento, cuánto la amé durante aquella hora! Volví a tener dieciocho años.

     De repente todo es diáfano. ¡Rubia, hermosa y alegre mujer! Ya no sé cómo te llamas. Te amé durante una hora y vuelvo a amarte hoy, durante otra hora, en la callejuela soleada de un pueblo de montaña. Nunca te ha amado nadie como yo, nunca te ha concedido nadie tanto poder como yo, tanto poder absoluto. Pero estoy condenado a la infidelidad. Soy uno de esos casquivanos que no aman a una mujer, sino al amor.

     Todos los vagabundos estamos hechos así. Nuestra ansia de errar y vagabundear es en gran parte amor, erotismo. La mitad del romanticismo del viaje no es otra cosa que una espera de la aventura. Pero la otra mitad es una necesidad inconsciente de transformar y diluir lo erótico. Nosotros los caminantes estamos acostumbrados a albergar deseos amorosos precisamente a causa de su carácter irrealizable, y aquel amor que debería pertenecer a la mujer lo repartimos, jugando, entre pueblo y montaña, lago y garganta, los niños del camino, los mendigos del puente, el buey de la pradera, el pájaro, la mariposa. Separamos al amor del objeto, el amor en sí es suficiente para nosotros, del mismo modo que no buscamos el destino en el peregrinaje, sino únicamente disfrutarlo, estar de camino.

     Mujer joven de rostro lozano, no quiero saber tu nombre. No quiero albergar ni cuidar mi amor por ti. No eres el objeto de mi amor, sino su impulso. Regalo este amor a las flores del camino, al destello de sol en un vaso de vino, al bulbo rojo del campanario. Tú que haces que esté enamorado del mundo.

     ¡Ay, tonta palabrería! Esta noche, en la cabaña del monte, he soñado con la mujer rubia. Estaba locamente enamorado de ella. Hubiese dado el resto de mi vid y todas las alegrías del peregrinaje por tenerla a mi lado. Y pienso en ella todo el día de hoy. Por ella bebo vino y como pan. Por ella dibujo en mi libreta la aldea y el campanario. por ella doy gracias a Dios, por que vive, y para que pueda verla. para ella compondré una canción y me embriagaré con este vino rojo.

     Así pues, estaba dispuesto que mi primer descanso en el alegre sur perteneciera al anhelo de una mujer rubia del otro lado de las montañas. ¡Qué hermosos eran sus frescos labios! ¡Qué hermosa, qué tonta, qué hechicera es esta pobre vida!

21 ago 2011

Ninguna mujer

Ninguna mujer me ama, alguna me quiere, todas me miran, jamás alguna me besa, todas desaparecen.


Soy un trofeo, un leve amargor en la búsqueda de lo que se ansía levemente, precariamente, nunca de

forma dispuesta. Soy un hombre-pene, poca cosa, atractivo a secas. Una foto, un recuerdo, un apretón de

manos, un baile triste; triste y rápido, rápido y vacío. Soy una mirada furtiva con una mujer en celo,

en celo durante 3 minutos, en celo durante 10 minutos; se pasó el celo, desapareció la mujer. Solo quedo

yo. Soy un solitario, no quedo más que yo. Una botella, un tapón: licor fuerte: calor. Soy alguien que

no es Yo. Yo se ha disuelto en el alcohol. Yo es alguien que desean algunas, que nadie coge, que se

sienta tranquilo en un sillón, en un escalón, en poca cosa, y toma ron.

Estoy. Estoy del verbo estar:

tranquilo: jodido: en un estado diferente de conciencia: no estoy. Estoy, lejos de aquí; lejos de todos vosotros; lejos

de las mujeres que me miran bastante, que no hacen nada, que nunca me quieren, que jamás me aman. Lejos,

lejos como un dinosaurio en el tiempo, como Australia en el espacio; como Andrómeda en espacio-tiempo.

Soy: he dejado de ser: un hombre, una persona que es deseada, querida, amada. Todos procesan amistad

hacia este ser tan deplorable, tan abrazable quizá, todos cariño: nadie amor. Yo soy un adicto al amor, he

crecido amando desde mi juventud. Dependo del amor, no de la amante, me enamoro del amor; lástima, no de

la mujer. Así: soy un objeto. No existo, soy un amor pasajero, un sueño húmedo, una paja femenina en la

noche. Menos que nada: cero. Desaparezco entre dedos de mujer, entre manos corredizas, me sumerjo en sus

sienes, y desaparezco. Desaparezco.

Soy un reflejo en el objetivo de la cámara que nos mima, a la que sonreímos: nada. Vosotras que me

aprecíais por lo que miráis no me amáis, tan solo me deseáis, y a ratos. Nunca si hay alguien más

disponible. Y para aquellas que creen amarme lejos, tan lejos que no son capaces de quererme y

guardarme en un lugar cerca de ellas, soy: inexistente: yo. Inexistencia: estado: relación. Se acabó: ninguna

mujer me ama, alguna me quiere, o eso cree desde la lejanía; todas me miran, ninguna se acerca, o puede,

tan solo para no amarme, no quererme: mirarme más de cerca, nunca besarme; ninguna me besa; todas, sin

excepción, desaparecen.

Al final soy yo. Solo y solamente yo. Y os echo de menos a todas, que yo si os amé durante una hora,

que os otorgué el poder durante una hora, y fuísteis diosas durante una hora. Fuísteis dueñas, yo

esclavo, y nunca os dísteis cuenta. Y tú, lejanía, que crees amarme por encima de las cosas. Y tú, más

lejanía que crees necesitar a alguien por encima de las cosas. Y yo, tan lejos del amor y las personas

que lo envainan. Soy la rabia contenida del atleta de bronce, de la estatua de bronce. Soy el golpe seco, la ira contenida, de la mano del suicida contra la mesa del suicida. Soy la sangre del suicida, sus venas.

Y soy: pobre, mas no tengo amor: lo desperdicié en palabras.

Quiero ser; libre.

16 ago 2011

ADICTOS S.A.: Yo no creo en el amor: esa cosa de adictos.

ADICTOS S.A. : No creo en el amor: Esa cosa de adictos: "Os veo entre las sombras , os observo mientras lloráis, queréis, amáis, sinceráis, tocáis; hacéis, en definitiva, el estúpido."

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Me gusta doblar los libros, subrayarlos, pero sobre todo leerlos. Me gusta mi gata, más que muchas personas. Hacer tartas. Dormir cuando pían los pájaros y estar en vigilia cuando otros duermen. Huyo del gentío. Las cosas complicadas.