Ahíto de hastío y pena
me afanaba en faenas varias;
en lodazales bailaba como los
que en un día pecaran de gula
y odio, chocándo entre si bajo
una fortísima lluvia.
Yacía tumbado en una cama de matrimonio sobre una colcha de algún material sintético: poliestileno, poliester, o cualquier tejido altamente inflamable con el prefijo 'poli' delante. Lo ignoraba. Era cómoda y vistosa, muy moderna. Una luz diáfana y perecedera entraba por la ventana y se filtraba entre las cortinas traslúcidas. Estaba intentando sacarme de este sopor. Indudablemente fue insuficiente. Seguí allí tendido, sobre aquella cama de matrimonio, sobre aquella colcha sintética, pero moderna, con aquella luz entrando por la ventana.
Otra vez me encontré divagándo sobre ese elemento natural inventado por el hombre; ultimamente me detengo, valga la paradoja, más del tiempo que debo en pensar sobre él. No es que me obsesione, pero en este estado de apatía consumada no hay ningún otro tema - aparte de los lios de faldas paralelos al whisky con hielo- en el que pensar. La luz natural, ahora mortecina ( imaginen el tiempo pasado), se desvanece y me obliga a encender la luz de aquel cuarto. Me negué, me mata la luz artificial. Sin duda, prefiero quedarme a oscuras con mis pensamientos.
Lissi Olori
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